lunes, 1 de mayo de 2017

Por milésimas de esperanza

Las huellas se iban borrando más rápido de lo normal, él no quería que la joven dejara constancia de su llegada al inframundo. Porque sí, había un pasadizo desde el mundo de los vivos. Para llegar había que borrar toda marca, había que llegar con la mente en blanco. Dicen que si entras en ese sitio así como así, los malos recuerdos te levantarán cada mañana y te dormirán cada noche.

Al principio era miedo, luego presión y luego empatía. No quedaba nada más por lo que luchar en el mundo de los vivos. Y pasamos desde la ida, a la llegada y luego a la búsqueda y luego el encuentro.

Estábamos en el punto de encuentro, donde solo quedaba el paso más importante: el acto.

No había nadie más en aquel lugar que la soledad de la mirada, el eco de los propios pasos y un corazón que deseaba dejar de latir. Pero no confundamos el olvidarnos de todo con el ''que se olviden todos de mí''. Esta pobre cabeza nunca olvidará a aquellos que la persiguieron con miradas de desprecio y asco. Con las palabras que parecían sacadas de la pared de un baño público. Con la soledad que le otorgaron.

Cavaron su tumba por ella. Y ella se dejó caer.

Su propia alma cargó con todo. Y al final nunca se abrió a nadie, no. Tal vez lo intentó, pero nunca se vio que tuviera éxito.  Tal vez esa vida no era para ella. O tal vez no era siquiera su planeta. Decidió abandonarlo.

''Llegados a este punto, ya no hay vuelta atrás. ¿Estás segura?''

Las auto-preguntas eran constantes, más incluso que la propia respuesta. Tal vez, surgiría de entre las paredes una voz que la detuviera. Pero no iba a acabar como cualquier otra persona que la conociera querría.  Ya era tarde.

Solo tenía que coger aire, y atravesar su fina piel. Que encima parecía de porcelana.

Y llegó el momento, y todavía se espera que alguien la pare, pero ya es demasiado tar-